Carta al Editor
Lo que tenemos para contar
Enrique Daniel Bassi
Revista Fronteras en Medicina 2025;(02): 0133-0134 | DOI: 10.31954/RFEM/202502/0133-0134
Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.
Fuente de información Hospital Británico de Buenos Aires. Para solicitudes de reimpresión a Revista Fronteras en Medicina hacer click aquÃ.
Recibido 2024-11-07 | Aceptado 2025-01-19 | Publicado 2025-06-30
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Dr. Héctor Caul, reportaje del año 1986
Corría una seguramente tórrida tarde del 31 de diciembre de 1933 o tal vez 34, cuando la nurse Grant, de guardia y aburrida, decidió cambiar el contenido de la valija del médico de guardia que viajaba a Montevideo esa misma noche, por dos conejos del laboratorio.
Ese médico era el Dr. Caul, que era tan bueno que se había olvidado de esa broma pesada, bastante pesada, y ni siquiera intentó averiguar quién había sido.
Héctor Caul (Figura 1) ingresó al hospital en 1933, recién recibido, después de haber estado dos años como practicante en el Hospital de Clínicas en la Sala IV. Este servicio fue sede de la Primera Cátedra de Semiología iniciada por el Profesor Gregorio Andrés Aráoz Alfaro (1870-1955) y en tiempos de Caul estaba a cargo de Dr. Tiburcio Padilla (1894-1963), con profesores del calibre de Mariano Castex, Bonorino Udaondo, Arce e Ivanesevich. Su compañero de habitación fue Osvaldo Fustinoni, años después Decano de la Facultad.
–Mi padre, irlandés, logró que me entrevistara con un miembro del Committee que después de larga charla me derivó al presidente que era quien resolvía los ingresos, pero me dio un invalorable consejo: “no tengas un romance con ninguna nurse, porque vas a tener una amiga y noventa y nueve enemigas”. Cumplí al pie de la letra.
Y debe ser cierto porque las nurses y sisters de su tiempo que hemos entrevistado le tenían mucho cariño.
–Me decían blue eyes boy y mimado de mamá, pero yo venía con la experiencia del Clínicas y no caía en cualquier trampa. Pero lo tuve que pagar de otra forma que me costó más, porque cuando yo ingresé fue para reemplazar al último de los médicos internos traídos de Inglaterra. Éramos tres: Brewer, Duggan, después director del hospital entre los años 1959 y 1971, y yo. Pero enseguida Brewer se tomó tres semanas de vacaciones y nosotros tuvimos que hacer guardia día por medio.
Según Caul el Dr. Duggan era un tipo sensacional que, quejándose, siempre decía “el hospital te provee de todo, casa, comida, lavado y planchado y amigas. Lo único que no te da es el whisky que le da gratis a los internos ingleses”.
Cuando Caul ingresó, había dos Servicios de Cirugía, el del Dr. Petty y el del Dr. Chevalier Boutlell.
–Todo era cirugía, hasta el punto de que en los formularios para los pedidos de laboratorio, en el lugar para firmar no decía physician, decía surgeon. Pero yo me resistí y después del segundo año de médico interno me negué a pasar a un Servicio de Cirugía y pedí permanecer en Clínica Médica. Así pasé a ser senior que significaba tener de ayudantes a dos internos de primer año y servir la sopa en la casa de los médicos.
–¿Y eso era un derecho o una obligación?
– Nunca lo supe ni se me ocurrió preguntarlo, yo la servía y listo.
– En mi segundo año mis compañeros eran los Dres. Wright y Leslie Cooper que fue quien trajo la anestesiología moderna de Inglaterra. Porque hasta ese momento se anestesiaba con éter que aplicaba una sister. Esto trajo a la memoria del Dr. Caul una anécdota en la que se niega a delatar al protagonista que era un reputado cirujano.
–Yo estaba ayudando en una sencilla cirugía, tal vez una hernia o un apéndice, cuando, en medio de la operación, el paciente se sentó en la camilla. En medio de la sorpresa, no nos alcanzaban las manos para volver a acostar al paciente y reponer en su lugar los intestinos que insistían en escaparse por la herida. Recuperado, el cirujano ordenó a la sister que le diera todo el éter que tuviera. La operación terminó en calma y al paciente no hubo forma de despertarlo hasta dos días después.
¿Qué había ocurrido?, dos cosas: que el paciente era alcohólico, que tienen gran resistencia al éter, y que el cirujano no sabía que la sister tenía 23 botellitas de éter y, según la orden recibida, ¡se las dio todas!
El doctor Caul se retiró en 1961, después de años atendiendo consultorios externos donde abarcaban todas las especialidades menos Otorrinolaringología (él dijo “garganta”) y Oftalmología (él dijo “ojos”) que tenían sus propios Servicios.
Cuando se realizó este reportaje (diciembre de 1986) nuestro entrevistado seguía asistiendo al hospital y estaba a punto de cumplir 50 años con la medicina
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